jueves, 17 de mayo de 2012

Esfuerzo y constancia


Esfuerzo y constancia. Uno de los principios de mi Escuela. Llevo años viendo estas mismas palabras, negro sobre blanco, tres veces por semana. Y aunque siempre he entendido el mensaje que llevan, es ahora cuando comprendo de verdad la razón que tienen.

Me explico. Ahora mismo, mi forma física digamos que está en un punto intermedio. Creo que estoy en relativa buena forma física, si me comparas con la mayoría de la población. Pero que me falta fuerza, potencia, velocidad… cuando me comparas con la población entrenada.

Lo peor es que a la hora de entrenar, mi cuerpo recuerda que ha estado en mejor forma, y me exijo según esos recuerdos. Pero que no se corresponden con mi realidad actual… así que suelo acabar las clases muerto :P

Es en este punto cuando entramos en un bucle sin fin. Además de ir al gimnasio, realizo otras actividades, tengo un trabajo intelectualmente exigente, y demás. Así que si sé que al día siguiente voy a necesitar estar al 100% (por el motivo que sea), a veces me planteo no ir al gimnasio ese día. ¿Por qué? Porque como no sé ir y entrenar “poco” (aunque si le preguntáis a mi maestro seguro que no piensa lo mismo xD), si voy estaré agotado esa noche y parte del día siguiente, seguro. Con lo que no estaré al 100%.

Peeeeeeeeero… si no voy, no conseguiré recuperar la forma. Con lo que tenemos ese bucle del que hablaba: no estoy en forma porque no puedo entrenar mucho, no puedo entrenar mucho porque no estoy en forma.

¿La manera de romperlo? Como de costumbre, mi maestro tiene la respuesta: entrenar más. El cuerpo humano trabaja por la ley del mínimo esfuerzo. Mantener un músculo entrenado no sirve de nada si no lo usas. Así que el cuerpo mantiene el cuerpo en el estado óptimo para la actividad que realiza. Para mejorar ese estado, para crear un nuevo “estándar”, necesitas subir tus límites. Poco a poco, pero sin pausa.

Así que tengo que para poder entrenar con el ritmo que me gusta y no acabar agotado durante dos días, la solución es bien sencilla: entrenar más. Asumir que estaré agotado al principio, hasta que mi cuerpo se adapte a las nuevas condiciones de exigencia física. O, dicho con otras palabras:

Esfuerzo y constancia.

Un esfuerzo puntual no sirve de nada. Ir a correr el primer lunes de cada mes no es algo muy útil, por mucho que te corras una maratón. Si ese esfuerzo no se mantiene durante el tiempo, no se crean las condiciones “de estrés” suficientes como para que el cuerpo tenga la necesidad de adaptarse. Constancia. Subir cada día por las escaleras. Hacer un par de flexiones más de las que crees que puedes hacer. Realizar cálculos mentales, aunque sean simples sumas y restas. Estudiar un par de páginas cada día. Hablar un poco de inglés al día.

Esfuerzo y constancia.

Funciona, en serio... 

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